Los vestidos de Isabel Nuñez son poesía. Como en cada coma o en cada salto de párrafo se esconde un significado íntimo y único. En sus vestidos cada corte y cada detalle tienen su por qué, todos juntos casan en armonía no durante un instante si no de forma atemporal.
Lleva inmersa en la moda desde que tenía 18 años. Alma Aguilar, con quién colaboró 3 años en su estudio y Juan Duyos han sido sus maestros. Con la primera conoció el arte de la buena costura y de los tejidos exquisito y de Duyos dice haber aprendido de él «las cosas más importantes de esta profesión».
Le inspira la realidad, la historia que convive con nosotros, le inspira ese curioso nerviosismo, o la mirada tierna de una madre al ver a su hija de blanco, esa mueca vergonzosa de felicidad cuando van viendo cómo se va completando su vestido prueba tras prueba. «Es ahí dónde se van creando mis diseños, cuando de repente un día se nos ocurre subir un poco más el talle o abrir el escote y entonces sus ojos se iluminan y su cara rebosa ilusión, es entonces es cuando mi diseño es perfecto«.
En su segundo año como creadora, y bajo la firma Inuñez, ya son 30 las novias que va a hacer este año. Desde su estudio atelier en el barrio de Salamanca de Madrid, donde se respira pasión, trabajan 6 personas entre patronistas y confeccionistas. Utilizan tejidos naturales que proceden de Italia, Francia o España y colaboran con la genial Carmen María Mayz para los bordados y ahora con Cucullia con los tocados. Un equipo que promete.
«A veces parece que nos empeñemos en ser alguien desconocido, en vestirnos con el precioso vestido que se publicó en una revista, pero que no caerá de la misma manera sobre mis hombros, no ceñirá mi cintura, no realzará la curva de mi espalda que tanto le gusta a él». Me gusta que Isabel piense en ellos pues al final es a quién debemos gustarle ese día y siempre.
Como regalo, Isabel me manda en exclusiva, el boceto del vestido de novia que lucirá Ana el próximo 18 de Mayo.