Como diría el genial Victor Kuppers, Patricia es de esas personas que va»chutada» por la vida. Es enérgica, optimista, valiente, sincera y lo mejor, muy buena amiga. Una joya que espero conservar muchos años. De hecho, cuando me he puesto a pensar sobre la temática de mi primer post después del «silencio» me ha venido ella a la cabeza por lo mucho que me ha apoyado en mi vuelta y lo que me ha animado a volver.
Siempre decimos que las bodas son únicas, pero os aseguro que esta lo era. Y si no ya me lo diréis. Se casaron hace algo más de dos años pero fue una de las que se me quedaron en el tintero, también la de Julia, la de Marta que también espero compartir con vosotras pronto.
Se casaron en verano y por la tarde. La ceremonia fue en la Iglesia de Sant Pau del Camp, en el barrio del Raval de Barcelona. Es una de mis favoritas de la ciudad. Es un antiguo monasterio benedictino y es de estilo románico. Especialmente bonita. Tan sólo tiene un pero: que es demasiado pequeña.
Ella lució un vestido único, como es ella, única. Lo firmó Merche Segarra, diseñadora de Jesús Peiró. Una obra de arte inspirada en la Primavera de Boticelli. Era un fiel reflejo de su personalidad. Blanco pero con un toque de color. Algo que tenía muy claro. Ella no podía ser como las demás. ¡Cuanto me encanta ver novias valientes que no se conforman ir como todo el resto!
Tenía escote traje de baño y cuerpo confeccionado en finísimo chantilly y rebrodé en seda, adornado con pétalos de garza de seda repartidos asimétricamente y cosidos a mano uno a uno. Como digo, una obra de arte. Esto sí es artesanía. ¿Los colores? Los seleccionó ella misma: rosa pálido, el buganvilia, el vainilla tenue, el celeste suave y el turquesa agua.
La tiara, que sirvió para sujetar el velo, fue una obra de Cristina Cerqueda quien engarzó unos broches de brillantes y mini perlas, regalo de su abuela.
Los zapatos unas cuñas de su amiga Cristina Castañer que ella misma personalizó para Patricia.
El banquete lo hicieron al aire libre en el Castillo de Clasquerí, a pocos kilómetros de Barcelona. Fue la última boda que se hizo allí, ahora está cerrado a eventos. Es una pena porque es un sitio mágico del siglo XI de estilo medieval.
La decoración era impontente. Más de 1000 bombillas formaban una manta sobre las mesas de los invitados. La luz que se creó fue increíble.
Los manteles de lino fucsia son sin duda su sello pues es su color favorito. Las flores de las mesas estaban dentro de unas botellas de cristal verde y todas eran de colores muy vivos, desde orquídeas a peonías fucsias, pasando por claveles rojos y demás flores violetas.
Fotos: Mar Mateu
2 Comentarios
Una boda preciosa, diferente y llena de detalles!!
Una boda muy original y con personalidad. No sé si es mi ordenador, pero algunas de las fotografías aparecen exageredamente grandes. (lo digo por si es un problema técnico o de diseño y el comentario te sirve para detectarlo). ¡Enhorabuena por el blog!